Basada en la obra de J. M. Barrie, narra las aventuras de un niño que no quiere crecer y que cree profundamente en las hadas. ¿A quién no le gustaría en algún momento de su vida volver a ser un niño?
Peter Pan nos sumerge en un mundo, donde fantasía y realidad nos transportan al país de los sueños. Unos sueños que dejan de serlo cuando la luz del hada Campanilla dirige las primeras notas de una sinfonía de luz y color. Unos bellos acordes, nos anticipan la maravillosa historia del niño que nunca quiso crecer, contada por la incomparable sensibilidad de una madre, interpretada por el personaje de la narradora.
Así comienza esta historia, donde realidad y fantasía se mezclan hasta no poder distinguirse, creando un ambiente mágico, no sólo en el escenario, donde grandes decorados móviles con fascinante iluminación se unen a espectaculares coreografías, acrobacias, maravillosas canciones y un sonido impactante, sino también en el propio patio de butacas donde indios, piratas, niños perdidos y demás personajes de Nunca Jamás, nos transportan a ese país a través, por supuesto, del increíble vuelo de Peter, Wendy, John y Michael, donde además de ver a las míticas sirenas, se enfrentarán al Capitán Garfio y sus piratas, al cual vencerán con la ayuda de la tribu india, su gran jefe y su hija Tigrilla.
Tras vencer a Garfio, volverán a Londres junto con sus nuevos amigos para hacernos partícipes por siempre de esta singular aventura, exceptuando al niño que nunca quiso crecer y que nunca creció. El niño del traje de hojas que nos dejó un mensaje que perduraría para siempre en nuestros corazones: “…no os hagáis del todo mayores… no dejéis nunca de creer en mí”
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